A la hora de completar un look hay ciertos detalles que no se nos deberían pasar nunca por alto.
Mas allá de llevar la ropa planchada (y a ser posible limpia y sin lamparones), un cabello sano (la caspa es tu mayor enemiga), unos zapatos lustrosos y un maquillaje esmerado, nunca jamás hay que olvidar unas uñas bien cuidadas.
De un tiempo a esta parte y dada mi naturaleza observadora he notado que proliferan los locales dedicados única y exclusivamente a las uñas: de gel, de porcelana, manicuras francesas, ... por algo será, no?
Porque las uñas no solo son esas cositas que tenemos al final de los dedos, con las que nos rascamos cuando nos pica y nos las mordemos cuando estamos nervios@s. Las uñas son algo muchísimo más complejo que además dice mucho de nuestra personalidad. Llevarlas limpitas y recortaditas es muy importante para dar una imagen pulcra (nada de llevarlas "de luto").
Pero si lo que queremos es ir a la última e impactar, nada mejor que lanzarnos a decorarlas. Últimamente las uñas se llevan pintadas de múltiples formas, tantas como te permita tu imaginación y tu arte a la hora de combinar coloridos.
Y ahí es donde empieza lo peliagudo. ¡PELIGRO! Hay que saber ponerse unos límites si no queremos acabar hechas un cuadro (algunos estilismos dan auténtico repelús). Recuerda que eres tú quien lleva las uñas, no las uñas te llevan pegada a ti.
Yo reconozco que soy una clasicona y me quedé en la paleta de colores de Margaret Astor, como los de este anuncio:
Pero creo que debería lanzarme a decorar mis uñas y mis pezuñas.
Así que tendré que ir haciendo hueco en casa para guardar esos tropecientos botecitos de laca de infinitos colores, afinando ese pulso que dios me ha dado y lanzándome al emocionante mundo de la ilustración en miniatura. Sin duda todo un arte.