"Salir del cascaron", ¡qué expresión tan bonita!
Y tan bien hecha.
¡Qué bien estábamos ahí dentro! Calentitos, protegidos, aislados del exterior, ajenos a todo lo que pasaba... Lástima que empezamos a crecer y crecer y crecer, y llega un momento en que no sabemos cómo colocar las piernas , ni la cabeza, ni los brazos dentro de ese cascarón que nos asfixia un poco, pero que sin embargo nos resistimos a abandonar por miedo. Y según crecemos, la cáscara que nos parecía tan fuerte, empieza a debilitarse hasta que un día sin más remedio, se acaba rompiendo y asomamos la cabeza tímidamente para ver lo que nos espera ahí afuera.
Yo salí del cascarón un poco tarde según con quién se me compare. Y reconozco que sigo echando un poquito de menos mi nido. Pero eso sí, cuando salí, salí con todas las consecuencias y con decisión. Le dí una patada al huevo (que de todas formas ya se me había roto por todas partes) y a recorrer mundo!. Luego no llegué muy lejos, pero tampoco me hizo falta.
Hoy en día la gente sale muy tarde del casacarón.
Los pollitos salen ya con espolones y se pierden muchas cosas de la vida. Claro que casi siempre es por causas ajenas a su voluntad, pero el caso es que los huevos casi están podridos y la cáscara más que romperse se desintegra.