24 marzo, 2010
El misterioso caso de michelín alevoso (O cómo calzarse un pantalón con el método Ubrique)
Llegó con sigilo. Casi ni le oí. Pero cuando me dí cuenta ahí estaba asentado y bien aposentado. Tanto, que ahora no sé como echarle y no precisamente porque le haya cogido cariño.
Claro, tienes que entenderme: un invierno tan largo, tan húmedo, tan frío y tan ventoso... son muchos meses seguidos de pucheros de legumbres, porrusaldas y patatas a la riojana. Y yo no tengo la culpa de que me guste tanto comer.
El caso es que la moda, esa gran dictadora, impone los leggins y los pantalones pitillo, y aunque quieras comprarte otra cosa sencillamente NO EXISTE. Así que una mañana notas de pronto que te cuesta horrores ponerte el pantalón. Es más, notas que el michelín se desborda y la presión te va a cortar el riego sanguíneo. Jo, ya sé que soy un tanto dada al melodrama, pero juro que esta vez es verdad.
Si me conoces un poco sabes que soy una ferviente militante de la liga antideportes varios.
Los gimnasios me producen urticaria.
En la teletienda me quieren vender una máquina infernal que me horroriza solo verla.
Las viejas cintas VHS de los programas de Eva Nasarre hace tiempo que pasaron a mejor vida.
Y no puedo dejar de comer pintxos de tortilla y pastelitos.
¿Qué hago?????
(No me hables de la dieta de la alcachofa, please)
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1 comentario:
A esa pregunta ya respondió Peret con una rumba:
"Para adelgazá
he llegado a la conclusión
que no comé
es la única solusión"
Y si no, piensa que el michelincillo en las féminas, si no es muy voluminoso, también tiene su gracia, no te creas.
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