La semana pasada asistí a una comida en la que despedíamos a un compañero que se jubilaba. Le regalamos el típico reloj, y yo no pude dejar de pensar en que no puede ser un regalo más inadecuado. Es como un recordatorio más de que el tiempo que le queda está cuantificado.
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La semana pasada asistí a una comida en la que despedíamos a un compañero que se jubilaba. Le regalamos el típico reloj, y yo no pude dejar de pensar en que no puede ser un regalo más inadecuado. Es como un recordatorio más de que el tiempo que le queda está cuantificado.
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