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Hay un tema que siempre me ha atraído mucho y es el combinado
miedo-diversión. Toda la vida me ha encantado pasar miedo a través de películas y libros. ¿Quién no ha recorrido la distancia que separa el salón del dormitorio corriendo y encendiendo todas las luces a su paso despues de haber estado viendo una peli de miedo?. ¿Quién no se ha tapado completamente la cabeza en la cama creyendo así estar más segur@ de un imaginario ataque de algún inexistente y peligroso ser?. Pues ese tipo de miedo a mí me encanta.
Por otra parte está el miedo unido al
riesgo. A mí una montaña rusa me gusta más que a un tonto un lápiz, y cuanto más vértigo y velocidad experimente mejor que mejor. Así que como te puedes imaginar los parques de atracciones me pirran. Además desde muy pequeña veo en ellos algo de terrorífico, tal vez influenciada por el cine aunque casi seguro que por los recuerdos que guardo del parque de atracciones de mi ciudad, hoy en día cerrado y abandonado (me encantaría poder entrar a husmear y ver cómo está el castillo del terror, o la casa de Blancanieves, o el laberinto de los espejos...).
Pues bien, al igual que el Corte Inglés nos anuncia la primavera en febrero, Port Aventura celebra el Jaloguin desde septiembre. Ese dichoso Jaloguin que por lo que parece ha acabado implantándose y se ha convertido en una fiesta tan castiza y cañí como la que más. Se ve que para lo que nos interesa (en este caso la fiesta) somos muy abiertos de mente.
Pero dejando esa cuestión a un lado, aprovechando el
puente del Pilar y dado que necesitaba descargar mi estrés de alguna forma, decidí que visitar
Port Aventura me vendría muy bien. Además reconozco que el hecho de que entre una atracción y otra te metan un buen susto era para mí todo un aliciente.
Claro que no fuí la única con tan brillante idea (ja ja ja). Logicamente todo el país estaba de puente, y debe de haber millones de personas tan masocas como yo, porque allí nos juntamos ciento y la madre. Sustos me llevé unos cuantos, sobre todo cuando ví las interminables colas para subir a algunas atracciones, por no hablar de cómo se cotiza el botellín de agua. Pa morirse del susto, oiga.
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Pero en el fondo
lo he pasado genial. Han sido dos días de parque en los que ser lanzada de 0 a 135 km/h en tres segundos, experimentar una caída de 100 metros de altura, o atravesar 8 loopings a 110 km/h me han ayudado a descargar adrenalina por un tubo. He gritado como una loca, me he asustado, me he reído muchísimo y me he quedado como nueva.
¡Ah! y por supuesto no me olvido de esa nochecita de marcha por
Salou. No me lo pasaba tan bien desde el verano. ¿Qué más puedo pedir?
Esto es Halloween, esto es Halloween, Halloweeen, Halloween!!!